Libertad de expresión en Cuba

 Libertad de expresión en Cuba                                                                                        Octubre de 2018

Por Justice Fighter

Según el discurso político y la Constitución de Cuba, en nuestro país “se reconoce a los ciudadanos la libertad de prensa” (y no de expresión). Poco a poco se nos han dado algunos espacios en la prensa escrita y digital para que podamos compartir nuestras opiniones con nuestros coterráneos. En todos esos espacios siempre se refleja un consenso, seguimiento o compromiso con todo  lo que se plantea desde nuestro gobierno y del Partido Comunista de Cuba (aunque existen matices en cuestiones que pueden calificarse como detalles o superficialidades, sí se aprecia consenso en temas claves o estratégicos).

Parecería que nuestro Partido y nuestro gobierno son entes todopoderosos que todo lo hacen bien y que somos el pueblo más afortunado del planeta por tenerlos. Entonces, ¿porqué seguimos siendo un país subdesarrollado, con acceso escaso a las innovaciones tecnológicas (cubanas o extranjeras), con una alimentación deficitaria, un salario medio por debajo de los índices de pobreza extrema (menos de 1 USD diarios, según criterio de Naciones Unidas), dependientes de las remesas de nuestros familiares y amigos residentes en el exterior y con un flujo migratorio tan grande que en 2015 llegó a crear una crisis regional? ¿Por qué las llamadas “conquistas de la revolución” (principalmente salud, educación y deporte) muestran cada vez menos calidad (hablo de calidad real y perceptible, no solo de estadísticas, que son siempre manipulables)? La respuesta es que ni nuestro Partido ni nuestro gobierno son entes todopoderosos que todo lo hacen bien, ni somos el pueblo más afortunado por tenerlos. Pero entonces, ¿porqué eso es lo que parece si hacemos una revisión de los medios cubanos? Comencemos el camino para encontrar una respuesta…

En primer lugar hay que señalar que los medios de prensa en Cuba son gubernamentales. Deben seguir la política editorial del gobierno y del Partido. Para ello, estos se aseguran de que los directores y los editores de prensa (todos miembros del Partido, ya en el artículo sobre democracia en Cuba expliqué que implica eso) sean personas que responderán a sus intereses. En caso de que no lo hagan, estos pueden ser sometidos a sanciones o a la sustitución de sus cargos. El resultado de esta situación es que a los periodistas se les indica sobre qué temas deben trabajar y qué enfoque le deben dar a la información que obtienen. Los que mejor cumplan estas directivas son estimulados con la designación de cargos o con viajes al exterior (hoy en día indispensables para mejorar la ya bien deteriorada situación económica personal). De esa forma, el Partido, el gobierno y sus dirigentes aparecen como las mentes más brillantes, elegidos del cielo para ser nuestros salvadores. La mejor evidencia para demostrar todo lo que digo está en las intervenciones de muchos periodistas en el Congreso de la Unión de Periodistas y Escritores de Cuba, en julio del 2018, a pesar de ser un evento público, las expresiones de descontento de los periodistas fueron más moderadas de lo que su situación amerita.

Con respecto a los espacios que se nos han facilitado para que expresemos nuestra opinión, debo decir que también son supervisados por el Partido. Los que están fuera del control del Partido y en los que aparecen opiniones contrarias a sus intereses son bloqueados por el Ministerio de Comunicaciones, como el caso de Diario de Cuba (y aunque no concuerdo con muchas cosas que ahí se plantea, reconozco que si en Cuba existiera libertad de expresión esas opiniones también tuvieran derecho de ser escuchadas por los que les interese, y que el lector decida si valen la pena o no). En los espacios de la prensa cubana (escrita y digital) solo se publican opiniones de la población que no son contrarias a los “principios de la Revolución” (los cuales no están definidos y son utilizados por la clase dirigente indistintamente en el momento que necesitan para lograr un fin determinado).

La población también se ve limitada a expresarse en espacios de debate (y especialmente en esos que llamamos de “consulta popular”) de manera contraria al discurso político de la clase dirigente, por temor a ciertas represarías. Estas no serían ser multado o encarcelado, pero son igual de efectivas. Me refiero a que pueden ser víctima de traslados de centros de trabajos, de tener menos probabilidades de un ascenso o de un viaje al exterior (y lo que eso representa para la economía personal), o de obtener un puesto de trabajo determinado. Para que este mecanismo funcione existen las Comisiones de Cuadro (para proponer y aprobar la ocupación de cargos directivos: grupos de personas en cada estructura de dirección, que más que analizar el desempeño laboral del propuesto, analizan la posición ideológica de esa persona con respecto a las políticas dictados por los dirigentes del país) o la Dirección de Investigación del Ministerio del Interior (para hacer las conocidas “verificaciones”: investigar la conducta (diaria y personal, no profesional),  y sobre todo, la ideología de personas que optan por comenzar a trabajar en determinadas instituciones). 

A pesar de haber comentado sobre los procesos de consulta popular en mi artículo sobre la democracia en Cuba, me vuelvo a detener en ellos. Independientemente de si son o no tomadas en cuenta nuestras propuestas, aparentemente podemos expresarnos libremente. No obstante, el trabajo de propaganda que hacen los medios de comunicación en Cuba (y recuerden las características de esos medios descritas previamente) durante los meses previos a esas consultas, es para convencernos de la necesidad (sea esta real o no) de que aceptemos la instauración (sea esta realmente beneficiosa para nosotros o no) de determinada política, ley o condición en nuestra sociedad. O sea, que cuando vamos a una discusión ya estamos condicionados para adoptar posiciones favorables a la de la clase dirigente. Por demás, las personas que dirigen las reuniones (designadas y preparadas por el Partido) tienen la misión de explicar (más bien justificar) los motivos por los que se agregó determinado planteamiento en el documento analizado, y así disuadir la intención de alguna persona de modificarlo.

Por último, la contradicción más grande la hayo en el hecho de que en la Constitución se reconoce (reconocimiento de derecho, pero no de hecho, como trato de demostrar) que en Cuba existe libertad de prensa, y que este derecho se ejerce de conformidad con la ley (cuya redacción queda pendiente para el futuro). Si existe libertad de expresión ¿cómo es posible que exista una ley al respecto cuando las leyes son para proscribir el comportamiento de las persona u obligarlas a algo? No sé, pero me parece a mí que por definición, donde existen limitaciones u obligaciones (que a su vez, por definición, estas son contrarias a nuestra voluntad) no puede existir libertad. 

Por ahora estas son mis pequeñas observaciones sobre la libertad de expresión en Cuba. No digo que sea el peor país del mundo al respecto, ni que sea el único donde ocurren estas cosas. Mi punto es que la posición oficialista sobre la libertad de expresión está bastante lejos de la realidad. Compruébelo usted mismo viviendo en Cuba durante un mes y comparando sus experiencias con las noticias y comentarios diarios de nuestros medios.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Hay democracia en Cuba?

Derechos Humanos en Cuba I

El robo más grande de la historia